sábado, 23 de junio de 2012

Aventuras bajo el agua. Cap. I

Llevaba unos años ahorrando para poder cumplir uno de esos sueños de la niñez que parece que nunca vaya a realizarse, el curso de submarinismo que otorga la licencia para poder sumergirme con un equipo autónomo a una profundidad que promete la visión de un espacio sólo conocido por los reportajes que todos hemos visto en el cine o tv y que tanto tiempo me han tenido pegado a la tv.

Hoy día existen muchas posibilidades de hacerlo en cualquier sitio del país, pero yo quería hacerlo en el mar desde el principio y fue por fin, el verano del 2002 cuando dí el paso definitivo, aprovechando que por aquel entonces solíamos pasar las vacaciones por la zona, alquilamos una casa en un pueblecillo del Cabo de Gata para facilitarme el acceso a la escuela y nos fuimos a pasar diez días.

Me presenté en la escuela para ver cuales eran los pasos a dar y recoger la documentación. Está claro que para conseguir una licencia de estas características son necesarios varios requisitos y el primero de ellos es el consabido certificado médico que acredite que estas en condiciones para practicar un deporte de estas características y que sirve además para que tanto la Federación como el seguro que contratas, puedan echarte una mano en caso de accidente o lo que fuere.

El certificado médico:


Ni un problema: declaración personal de salud, pruebas de equilibrio, exploración cardiovascular, respiratoria, odontológica, oftalmológica…etc. El médico me dijo que tenía una capacidad pulmonar excelente, claro yo no le dije que me fumaba un paquete de tabaco diario. Me vine arriba. Si fumando estaba así, podría estar tranquilo. De algo me tenía que servir la cantidad de horas que dedicaba en mi trabajo a hacer ejercicio físico.


Las clases de teórica:


Por aquél entonces yo andaba trabajando entre otras cosas en proyectos de formación y pensaba que tenía muy claro lo que podía esperar de un curso de estas características.

Nos entregaron un manual para ir estudiando en nuestro tiempo libre y después por la tarde en clase, comentar y aclarar dudas. El temario: el equipo, la flotabilidad, la adaptación al gua y a la presión, la profundidad, la duración de la inmersión, comunicación…. Todo lo que se necesita  saber cuando te vas a mover por debajo de la “cota 0”.

Una vez en clase, se proyectaban vídeos sobre la teórica del curso y se iban comentando sobre la marcha. Cuando el profesor preguntaba ¿alguien tiene dudas? … Se hacía un gran silencio y yo era el único que levantaba la mano… Así una y otra vez…

Yo sé que no soy un lumbreras y que la física nunca ha entrado entre mis preferencias, más que nada porque no me entero, pero cada día me sentía más ridículo levantando la mano… miraba a mis compis, entre los que había un chaval de 15 años y nadie movía ni una pestaña… joder, que grupo de listos me había tocado de compañeros. Además estaba convencido de que El profesor ya me había puesto la etiqueta y las respuestas las hacía 
con resentimiento, mostrando esa sonrisita que se les dibuja a quienes hacen algo porque es su deber, pero sin ningún tipo de apetencia porque piensan que  “ya está el tonto que no se entera, tocando las narices”… pero me daba igual, tenía que hacerlo…  yo no me enteraba y ante la posibilidad de jugarme la vida a 15 o 20 metros de profundidad, tenía la obligación de saber con exactitud a que me estaba enfrentando. Llegué a la conclusión de que el pensamiento general era… ¡bueno, con lo que ya sé, me apaño! Y terminé por asumirlo aunque no aceptarlo. Siempre que he trabajado en temas de formación, me he esforzado en que todos los destinatarios tuvieran muy clara la información que están recibiendo y pudiesen asimilarla, en este caso no parecía un objetivo prioritario. 

El último día de teórica, mientras nos tomábamos un refresco en la puerta del club de buceo, abordé al instructor y me comentó que si tenía muchas dudas, no había problemas, él estaba ahí para eso y así, a solas, me aclaró alguna de ellas… aunque no todas… está claro que se aprende haciendo…

La 1ª clase práctica:


Llegó el momento. La primera inmersión con el equipo completo se haría en una playa de agua cristalina y bajaríamos a 5 metros de profundidad. Había que ir bajando a pié hasta que el agua cubriese lo suficiente para ponerte las aletas y sumergirse hasta el punto de reunión.

Vacié el chaleco para evitar problemas a la hora de hundirme, cargué los pulmones a tope (aprovechando mi  gran capacidad pulmonar… jeje), bajé hasta los 5 metros… y cuando ya no me quedaba ni gota de aire en los pulmones, llegó el momento de utilizar el regulador para aspirar la primera bocanada de aire comprimido… tuve la sensación de respirar por una cañita de esas para los refrescos…  necesitaba cien veces más cantidad de aire del que me proporcionaba el equipo… coño, que me ahogaba… venga a respirar cada vez más rápido para conseguir más aire… y nada… ¿Qué me estaba pasando? yo pensaba que el agua era mi elemento, además era capaz de pasarme horas buceando con tubo y sin apenas muestras de cansancio o nerviosismo… la ansiedad y la jindama se habían hecho conmigo….

Como ya estaba todo el grupo reunido en el fondo formando un círculo, hice la seña al instructor, aunque no sé muy bien si figura en el listado del lenguaje que suele utilizarse en esta actividad… ¡que me piro!… él me miró y me hizo el gesto de “tranquilo, respira despacio”… pero yo nada, ¡que no, que no, que me piro!… me di la vuelta y comencé a aletear a toda leche hacia la orilla para después subir andando hasta salir del agua… me quité el regulador de la boca… y aspiré con todo el ansía del mundo, como nunca lo había hecho…¡por fin aire fresco! ¡así si, esto es repirar!… 

El instructor que había seguido mis pasos, se acercó a mí y me dijo “tranquilo, es el estrés del principiante, relájate y respira tranquilo”… y de golpe se me vino a la cabeza, la pasta que me había costado el curso y que ya había pagado, el alquiler de la casa, la sensación de decepción de mí mismo después de tantos años esperando y también la etiqueta del profesor…. ¡Y un güevo!…  ¡me voy para abajo otra vez!… se me había quitado de golpe el estrés… y no volvió a aparecer… de momento…

La última inmersión del curso:


Después llegaron 4 o 5 inmersiones más a diferentes profundidades, en las que practicamos todas las técnicas necesarias para conseguir estar lo suficientemente seguros y tranquilos: la flotabilidad, vaciado del agua de la máscara, comunicación bajo el agua, respiración compartida… lo normal…

En la última inmersión del curso, mientras nos dirigíamos en la Zodiac hacia la zona de buceo, no podía quedarme callado, me dio el subidón y con un alarde digno de de Don erre que erre y con mucho disimulo para que no me viesen los instructores, pregunté a mi compi de la derecha ¿tu te has enterado bien de lo que nos han enseñado en las clases teóricas; las presiones, los peligros de la descompresión mal hecha y esas cosas de la física?.... ni idéa, me contestó sin inmutarse…, hice lo mismo con el que tenía a mi izquierda…. lo mismo que el otro…. ni idea… , pregunté a los que estaban sentados a continuación… y más de lo mismo….. No pude quedarme callado, ¡sois unos mierdas y cobardes! cada vez que he levantado la mano y el profe me ha mirado con ojitos de querer asesinarme, me he sentido como un auténtico tarugo… y vosotros escurriendo el bulto…poniendo cara de paisaje… no me fío ni un pelo de vosotros… ¿cómo voy a poner mi vida en vuestras manos?... y así conseguí que se mimetizaran con el entorno… como si no estuviesen….

Por otro lado a mí me supuso un tira parriba, por lo menos era tan tarugo como los demás (mal de muchos, consuelo de tontos), además la vergüenza y el qué dirán no pudieron conmigo y lo mejor, pude desahogarme…

Creo recordar que las inmersiones de las prácticas fueron las más tranquilas y en las que más he disfrutado, una auténtica gozada.

1ª inmersión como titulado:


Parece ser que lo habitual, una vez terminado el curso, es salir con el grupo de alumnos “titulados” para unirte a los veteranos y hacer una salida mar adentro y bajar con un poco de suerte a 20 o 25 metros. Algunos de los que hicimos el curso nos apuntamos para ello. Ya habían pasado 2 o 3 días desde que conseguimos el carné y yo estaba como loco por hacer mi primera inmersión como titulado.

9:00h. El día amaneció con el agua muy picada, se podían ver los pequeños barcos de pescadores subiendo y bajando al ritmo que las olas les marcaban, 2 metros arriba, 2 metro abajo, esto ya me hizo pensar “a lo mejor este no es el mejor día” pero yo con un gran esfuerzo de autosugestión, me mostraba tranquilo, pensaba que bajo el agua no se notaría el oleaje y sería posible disfrutar de una inmersión facilita a 11 metros de profundidad por una zona de la que hablaban maravillas.

Una vez en la Zodiac, dirección a la zona de inmersión, saltando sobre las olas e intentando agarrarme lo mejor posible a la lancha para no salir despedido de ella, los instructores hicieron los grupos. (No he comentado que una de las normas de seguridad del submarinismo es no hacerlo NUNCA solo, siempre junto a un compañero que en caso de problemas, velará por ti y viceversa. Hay que mantener el contacto al menos visual y si pasan más de 30 segundos sin contactar con él, hay que salir a la superficie ). Y me tocó como compañero, mi compi de la derecha, uno de los mimetizados con el entorno que como yo, no se había enterado de nada en las clases teóricas. Esto ya me puso en tensión, modo alerta.

Cuando llegamos al punto previsto, la Zodiac no paraba, arriba, abajo. El instructor nos comentó, bajamos por el cabo del ancla y allí nos esperamos hasta que estemos todos, “ojo, abajo hay bastante corriente”. 

Uno de los barquitos de pescadores que estaba por allí, tuvo que amarrarse a la Zodiac para no terminar volcando, al unir las dos embarcaciones, una aseguraba a la otra y en teoría el peligro disminuiría… yo ante esta situación, volví a sentir presión y sobre todo mareo. Ante la pregunta del instructor ¿quién baja primero?, no lo dudé y dije ¡yo!, (a veces me pongo muy chulito) seguía pensando que a 10 metros de profundidad dejaría de sentir el mareo que me estaba invadiendo a pasos agigantados. Miré a mi compi, le dije ¡abajo te espero!, me dió el OK y para abajo.

No había bajado 2 metros y ya me encontraba al menos a 4 del cabo. Según iba bajando, me alejaba más y más. Por más que intentaba aletear con todas mis fuerzas, no conseguía nada. Había una corriente de espanto, no me lo esperaba ni de coña. Cuando llegué al fondo ya no veía ni el cabo, ni el barco ni leches. Vacié el chaleco a tope, me tumbé en el fondo boca abajo y mirando contra corriente, clavé las manos en la arena para evitar que me arrastrase y a esperar los 30 segundos de marras.

Estaba bloqueado. No bajaba ni dios… 1 minuto, 2 minutos… pensaba que si intentaba subir de nuevo, la corriente me podría arrastrar hasta ni se sabe, asi que decidí esperar, por si aparecía alguien, hasta gastar al menos la tercera parte del aire que me quedaba,  de todas formas no podía ni moverme, como un bloque de hormigón anclado al fondo… miraba el manometro y la presión y el aire iban bajando demasiado rápido, la angustia hacía que mi ritmo de respiración fuese a todo trapo y seguía sin aparecer nadie. 


A los 5 minutos más o menos, que me parecieron 50, apareció el instructor y me hizo el gesto de OK para valorar mi estado, yo no era capaz de soltar una mano para contestarle, tuvo que golpearme para que yo le respondiese, lo hice golpeándole yo a él, pero sin sacar las manos de la arena. Me hizo la seña de que él iba a ser mi compañero... no lo juzgué ni le pregunté… al menos me había deshecho de mi compi, del que no me fiaba ni un poquito…, esperó a mi lado hasta que bajaron los demás y una vez todos juntos, nos hizo el gesto de “a favor de corriente”, saqué las manos de la arena, me dí la vuelta y me dejé llevar... 

Dicen los expertos que es la sensación más parecida a volar. A 2 o 3 metros del fondo y arrastrado por la corriente, con el grupo entero… qué gozada… os aseguro que los expertos tienen razón.

La corriente nos llevó hasta una zona cercana a la playa, a 11 metros de profundidad, con el agua limpia, muy tranquila y con una luz y una visibilidad espectaculares. 


Como había gastado a lo loco tanto aire, mi paseo debería terminar mucho antes que el resto... ¡Qué mala leche, con lo que me había costado llegar al momento que tanto había esperado y tenía que salirme ya!. El instructor se me acercó para señalarme que podía apurar un poco más el aire, la Zodiac nos estaba esperando justo sobre nosotros y no había que volver al lugar desde donde habíamos salido… Ahora sí, me relajé y pude seguir disfrutando un poco más mientras esperaba que la cantidad de aire bajase hasta el punto de no rebasar la frontera de máxima seguridad.


Al salir, otra vez las olas, me había olvidado que el barco estaba en la superficie saltando a su son y que uno de los motivos de haber bajado el primero era el de evitar el oleaje. Al acercarme al barco me encuentro con uno de los instructores que lógicamente estaba al mando del mismo y a mi compi, el de mi derecha, el que tenía que velar por mi seguridad… se había cagao. Ya sabía yo que no podía fiarme ni un pelo.

Una vez en el barco, de vuelta todos juntos hacia el puerto, el instructor me dice “¿es tu primera inmersión?, tío, eres un valiente”… ¡¿un valiente?, de haber sabido de antemano que iba a ser así, os habría mandado a Parla!

Continuará...

5 comentarios:

  1. Muy interesante, Javier. Lo he disfrutado... y lo he sufrido.
    Según he ido leyendo, me he descubierto respirando con ansia, como si estuviera sumergido y me faltara el aire, así de intensa se me ha hecho la lectura...
    ¿Has vuelto a bucear o te ha pasado como a tu compañero de la derecha?
    Un abrazo y enhorabuena por la historia tan bien contada. Pablo

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    1. Si que he vuelto a bucear, pero cada vez que lo he hecho, ha sido toda una aventura y uno ya tiene una edad en la que la seguridad puede mucho más que la improvisación. De todas formas ya contaré la 2ª parte...

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    2. Estamos esperando la segunda parte... y todas las que sigan. Desde luego si todas las veces que te has sumergido ha sido tan emocionante, tus aventuras dan para una novela.

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  2. Javier, eres un Crak, como conoces también soy buceador, había oído relatos de las primeras inmersiones, pero como la tuya no, tan bien contada, tan al detalle que me he reido y hasta he sufrido, viéndote en el fondo clavado.
    Espero que después de aquello tus inmersiones te hagan disfrutar, como me hacen mi. Relajate y goza.

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    1. José, si yo sé que es una maravilla, pero cada vez que lo he intentado, me ha pasado algo, he pasado más tiempo pensando en mi supervivencia que en disfrutar, aunque alguna vez lo he conseguido, la valoración global... no sabría qué decir...

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